Desde muy joven supe que quería dedicar mi vida a la medicina. Vengo de una infancia con desafíos importantes, pero también con oportunidades que marcaron mi rumbo. Estudié en escuelas privadas, trabajé duro y enfrenté mis estudios con pasión y entrega.

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Me formé como médico, luego elegí una especialidad que, aunque no era bien vista por mi entorno, me permitió encontrar mi verdadero lugar: la adictología. Esta decisión nació de una historia personal compleja, de haber convivido con entornos difíciles y de haber transitado mi propio camino hacia el equilibrio.

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Durante años trabajé intensamente, incluso en exceso. Viví etapas de desorden, rodeado de ambientes poco saludables, creyendo que “estar ocupado” bastaba para estar bien. Pero no era así. La vida me puso frente a un momento clave: replantearme todo.

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Hoy soy esposo, padre y médico comprometido. Mi familia es mi prioridad y la razón por la que cada día busco ser mejor persona y mejor profesional. He aprendido que la salud no es solo física, también es emocional, espiritual y relacional.

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Acompañar a otros en sus procesos de transformación es hoy mi mayor vocación. Lo hago con la convicción de que siempre es posible sanar, reconstruir y comenzar de nuevo, sin juicio y con humanidad.